martes, 1 de abril de 2008

CAÍN Y ABEL [21] - por Rafo León

LA BORRACHERA DEL VIEJO DE CAÍN

Puta’on, ayer por la noche se armó el chongazo en mi jato y la huevada me sirvió para componer temas recontramostros, chochera. Puta’on, yo estaba en mi cuarto con Caca Verde oyendo la última maqueta de Sexo Brutal, oe, y mi vieja me llamó a comer. Puta’on, el Caca se quitó y yo bajé y estábamos en la mesa, puta, y yo lo jodía al Abel con el nuevo peinado que se ha hecho, oe, con raya al costado, y mi vieja se puso a llorar porque Abel también se había puesto a llorar. Puta’on, las debilidades del sistema alienado, compadre. Oe, en eso se abre la puerta y entra mi viejo recontra chato, choche, puta’on, se caía al suelo y tenía en la cara una marcaza de lápiz de labio, puta’on, y del bolsillo del saco le salía un calzón verde, compadre. Puta’on, seguro venía de donde su hembrita, oe, una cocha bigotuda que chambea con él y que mi viejo se caga por ella. Puta’on, a mí me lo ha contado mi mismo viejo esa vez que también llegó zampado y con Cochinada Tasayco le zampamos pepas para la lora en el trago y se pasó hablando hasta las diez de la mañana del día siguiente, choche. Puta’on, yo computo todo lo que pasa en mi jato, compadre, por eso soy un cholo punk súper mosca, ¿manyas? Puta’on, cuando mi vieja computó lo del lápiz de labio y el calzón, compadre, se puso a gritar fuertazo jalándose los pelos y el Abel la seguía igualito, choche. Yo comía mi grated de atún de la lata y pensaba en que el gobierno fascista del APRA se va a encontrar un día con los subterráneos y se va a armar la guerra civil, choche, para que mueran todos los alienados, bien bacilón, choche. Puta’on, en eso mi vieja agarra un azucarerazo de la mesa y se lo avienta a mi viejo en la mitra, compadre, y él se cayó al sillón, se levantó, agarró el sillón y se lo aventó a mi vieja. Puta’on, la pata se le metió a Abel al ojo y mi hermanito, oe, se meó, chochera, se meó de miedo. Puta’on, mi vieja siguió con la mechadera, gritando que él era un cabrón que en su cama no hacía nada y que se iba a otra cama a satisfacer sus necesidades, y juá mierda, le voló un plato con ajiaco que le cayó a mi viejo en el culo y le manchó todo. Puta’on, yo empecé a pensar en los patas de La Nave de los Prófugos, puta’on, en los bacilones juntos y en la música mostra, choche, mientras Abelito agarraba el periódico y le daba golpes a mi viejo en el brazo. Mi viejo se cagaba de la risa, choche, de los periodicazos, hasta que le cayó en la nuca el cuadro del Corazón de Jesús. Puta’on, cuando mi viejo rompió la pata de la radiola y se le iba encima a mi vieja, yo computé que era lo máximo y me mandé con esta improvisación:

Puta’on, impuse la rayadera total, porque mientras cantaba, oe, toda la quinta se acercó y empezó a computar por la ventana y a gritar y en eso mi viejo se acerca a mi vieja, la aprieta, le da su jeteada y empieza a paletearla. Puta’on, el Abel casi manca, choche, porque mi vieja al comienzo se resistía pero después empezó a bacilarse hasta que se quitaron corriendo a su cuarto y desde afuera escuchabamos unos gritos bien bacilones. Puta’on, tuve que echarle agua fría en la cabeza a Abel para que reaccione y de ahí me quité a buscar a Flatulencia para pasar la vida bajo la noche violenta…


Ay, Señor mío Jesucristo, qué poco me falta para meterme al convento o tomarme diez Mejorales para no ver lo que esta vida me obliga. Fíjese que tengo el ojo morado, todavía me duele el brazo de tanto dar periodicazos y, sobre todo, tengo el alma de luto por todo lo que ha pasado en el hogar ayer. Mire, yo estaba de lo más tranquilo, doblando la ropa limpia con la santa madre que Dios me dio, en eso llegó la hora de comer. Yo bajé a calentar el delicioso y fino ajiaco de papas que mi madrecita había preparado con sus sagradas manos.

También tuve que abrirle la lata de atún al Caín, porque él es incapaz de mover un dedo. Luego nos pusimos a cenar los tres, a la espera de que llegue ese hombre que es mi padre, porque las ocho es su hora de venir al hogar. Cuando en eso, ay Dios, se abre la puerta y entra ese hombre que es mi padre totalmente bebido, qué vergüenza. Pero lo peor es que llevaba encima las señales de haber estado haciendo obscenidades con alguna mujer, seguro esa vieja horrible que mi madrecita odia a muerte, una que se llama Doris y que trabaja como secretaria en la misma compañía de ese hombre que es mi padre. Ay, sentí una indignación mortal cuando vi sus mejillas todas manchadas de rouge, así son los hombres, y además, una prenda femenina íntima saliéndole del bolsillo del saco para el pañuelo. Era un salvaje, gritaba que esta vida era un burdel, palabra que desconozco pero que seguro es una cochinada, así son de sucios ese hombre que es mi padre y mi mellizo Caín, cortados con la misma tijera. Yo de inmediato sufrí un ataque de dispepsia y me puse a expeler gases de forma incontrolable, señor, así es mi organismo de sensible, pero eso le daba más cólera a ese hombre que es mi padre. Mi santa madrecita estaba fuera de sí y se defendió con uñas y dientes y también con la azucarera de oferta de Ña Pancha que pesa horrores, señor. El otro animal salvaje agarró uno de los finos muebles del salón y lo aventó, una pata le cayó a mi santa madrecita en el lugar del seno que no tiene porque se lo llevó la Providencia, y la otra pata dañó mi ojo color esperanza, inflingiéndome un dolor intolerable que me llevó a soltar el esfínter de la vejiga y, como se dice, me oriné, qué vergüenza. Y hablando de vergüenzas, lo peor de todo no era tanto la situación violenta, eso se puede arreglar dentro de casa, sino que toda la vecindad se tuvo que enterar y se aparecieron en la ventana como si fuera el programa de Ferrando. Todo el mundo metía su cuchara, unos de parte de mi sagrada progenitora, otros de parte de ese hombre que es mi padre, todo en medio de una canción horrible que se puso a cantar mi hermano. Yo, para tratar de ablandar lo que estaba pasando, me puse a decir fuerte una poesía de esas que transmiten serenidad al espíritu, a ver si calmaba el caos:

Pero después de todo el laberinto se produjo un cambio de lo más terrible, señor, porque ese hombre que es mi padre empezó a hacer cochinadas a mi santa madre pero lo peor fue que ella no era indiferente. Yo me desmayé porque por primera vez en mi vida sentí rencor hacía ella, un sentimiento terrible que me duro unos minutos, así es la vida de la gente sensible como yo…

Fuente:
¡No!, suplemento humorístico del semanario (Lima), Nº 32, págs. 6-7, set. 28 de 1987.

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