martes, 9 de mayo de 2017

GUILLERMO FIGUEROA, de G-3, Y SU VISIÓN DE LA HISTORIA DEL ROCK SUBTERRÁNEO

Coincidiendo con el final de una agitada e histórica semana -contando con la presencia del antropólogo punk estadounidense Shane Greene, en presentaciones y conversatorios diversos por la aparición de su libro, y de la economista y politóloga Fabiola Bazo, quien presentara el suyo hace apenas tres meses-, Guillermo Figueroa, baterista de G-3, publicó este fin de semana en un importante diario de circulación nacional su versión gráfica de los orígenes y la trayectoria del Rock Subterráneo limeño. Presentamos aquí una versión digitalizada, junto a la transcripción del texto inserto en la misma.



EL GRITO SUBTERRÁNEO DE LOS 80

Aún recuerdo el 18 de octubre de 1985, cuando tocamos con Autopsia en la Concha Acústica del Parque Salazar, hoy Larcomar, junto a Leusemia, Zcuela Crrada y Guerrilla Urbana. Ese día se daría inicio al segundo concierto de «[El] Rock Subterráneo Ataca Lima». Un año atrás, en ese mismo escenario, había visto tocar a Leusemia, a quienes bajaron por cantar música en castellano, lo que no gustó al público, acostumbrado a escuchar ‘covers’ en inglés y música comercial.

“… En nuestro grupo hay gente de todas las clases sociales, de diversas realidades, pero un sentimiento de rebelión contra cualquier poder sobre nosotros nos une. También nos rebelamos contra las bandas que imitan y cantan en inglés, y en general contra todo lo que no es auténtico. Estamos unidos por un verdadero sentimiento de honestidad, de autenticidad” (palabras de una entrevista a José Eduardo Matute, guitarrista y fundador de Guerrilla Urbana, sobre el Rock Subterráneo, agosto de 1985).

A comienzos de los 80 se estaba gestando una movida compuesta por artistas, poetas, escritores y músicos. La música comenzaba a sonar de otra manera y era auténtica. El primer grupo que escuché de esta movida fue Leusemia y luego Narcosis. Música con energía, con mucho por decir e independiente. Y no era música para bailar.

Esta música nació en los barrios, en los colegios, entre amigos y a pesar de las fronteras sociales. Con terrorismo, con apagones y coches bomba, sin dinero y con dos gobiernos incapaces de solucionar los problemas de los jóvenes. No había tiendas de instrumentos musicales, salvo la de ‘Domingo Rulo’ y una en Paruro que tenía precios imposibles.

Se improvisaban salas de ensayo en garajes o habitaciones. Con guitarra acústica, algún bajo prestado, micro y un pequeño amplificador. En algunas ocasiones, golpeando las baquetas sobre guías telefónicas que se utilizaban como tambores de batería.

Las letras de las canciones eran el reflejo de una sociedad desgastada y sin futuro para los jóvenes. Era el último año del gobierno de Belaunde Terry y políticamente la situación no era buena. El terrorismo estaba golpeando fuerte en provincias. Se venía el primer gobierno de García Pérez.

La autogestión, el “hazlo por ti mismo”, fue la única herramienta que teníamos para hacer y difundir nuestra música. Nosotros mismos grabábamos nuestras canciones de una manera artesanal y reproduciéndola en cassettes llamados ‘maquetas’. Pintábamos nuestros polos, casacas y diseñábamos nuestras propias revistas que imprimíamos en fotocopias llamadas ‘fanzines’. Ninguna radio nos apoyó en difundir la música, pero gracias a las ‘maquetas’, la correspondencia por carta y el compartir nuestro material, fue que los grupos tuvieron difusión hasta internacionalmente.

Nos reuníamos en algún punto de encuentro como el ex cine Orrantia en Javier Prado, la av. La Colmena en Lima o la sala de ensayo Fílderes en San Martín de Porres. De ahí, en ‘mancha’, salíamos hacia los conciertos o para ensayar.

Leusemia siempre ‘jalaba’ a otras bandas a subir al escenario. Donde tocaba una, tocaban todas. Compartíamos escenario y también instrumentos.

En el verano de 1985, en plena campaña electoral y mientras Narcosis estaba grabando su primera y única ‘maqueta’, se organizaba el segundo concierto en la Universidad Ricardo Palma a cargo de los Bestiarios. Wicho, de Narcosis, cantaba “Sucio policía”, y luego Leo Escoria gritaba “pitucos de mierda” a los alumnos que pifiaban a los grupos por no tocar música comercial y en inglés. Algo estaba cambiando.

“La unidad estaba basada en la hermandad, en la colaboración, éramos de diferentes clases sociales pero actuábamos como hermanos ante las situaciones que aparecían. Nunca tuvimos rivalidad o envidia, siempre estuvimos unidos” (Raúl Montañez, Leusemia).

En 1985, el «No Helden» también abría sus puertas en el centro de Lima para hacer conciertos y se convirtió en un lugar de música alternativa y lugar de encuentro de la movida subte.

En esa época, la Municipalidad del Rímac organizó un concierto llamado «Rock en Río Rímac» el cual terminó a balazos luego de un ‘pogo’ con la canción “Sucio policía” que se volvió ‘bronca’ a consecuencia de no ser bien recibidos los grupos subterráneos con su música e ideas.

1985 fue el año de despegue de la movida subte y lo que vendría más adelante. La movida musical iba creciendo y mantuvimos nuestra posición anarquista y crítica al sistema. Comenzaron a salir más bandas con nuevas propuestas, uniéndose a la movida subterránea para ser escuchados.

Los conciertos continuaron y cada vez más había más gente que asistía. Los jóvenes estaban en busca de algo diferente a lo convencional, había rebeldía y un pensamiento en común en la música. Las radios no llenaban las expectativas (igual que ahora).

La situación del país comenzó a ponerse más difícil con el gobierno de García Pérez y su populismo. El terrorismo iba tomando posiciones y quiso infiltrarse en la movida subterránea.

Las fuerzas policiales y armadas también comenzaron a reprimir y detener sin garantías. Más adelante, muchos jóvenes de la movida fueron detenidos arbitrariamente. La calle se comenzó a poner más dura y los apagones comenzaron a ser frecuentes. Se impuso el toque de queda, lo que nos obligaba a veces a dormir escondidos en la calle.

Algunos de los nuevos grupos que ingresaron a la movida, que venían con pensamientos radicales, comenzaron a cuestionar las apariencias, el nivel social y trataron de establecer reglas. Para nosotros, nuestra primera regla era no tener reglas. Con estas nuevas bandas, la actitud que tomaron y las reglas que quisieron imponer, pienso que comenzó el principio del fin del Rock Subterráneo.

Lo que vendría después sería positivo, ya que marcó el camino para que salgan bandas independientes y se generen dentro de lo que fue la movida subte otras vertientes musicales que ayudaron a fortalecer la escena y darle variedad. Muchos de los músicos que integraron estas primeras bandas luego formaron otras bandas que hoy en día están vigentes y suenan a nivel nacional e internacional.

Hubo otros antes que nosotros, que marcaron el camino. Del Pueblo, del Barrio fue uno de esos grupos que marcó historia. Tampoco hay que olvidar la gran y poderosa movida metalera del Perú. Hoy en día, podemos ver, a diferencia de esas épocas, que niños de corta edad pueden tener un instrumento y comenzar a tocar. Hoy en día, felizmente, hacer música o rock ya no es mal visto y tampoco significa “ser misio”.

Fuente:
Perú.21 (Lima), may. 6 de 2017, págs. 14-15.

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